Zubin Mehta, al frente de la Orquestra de la Comunitat Valenciana, ofreció una magistral lectura de esta ópera, con un ritmo trepidante con el que reflejar atmósferas asfixiantes de celos, venganza y muerte que están presentes a lo largo de los tres actos de "Tosca", una de las obras más famosas de Puccini.

Una auténtica lección, tanto vocal como de interpretación, dieron el cuarteto protagonista, integrado por la soprano ucraniana Oksana Dyka (Tosca), el tenor argentino Marcelo Álvarez (Cavaradossi), el barítono galés Bryn Terfel (Scarpia) y el bajo finés Mika Kares (Angelotti), bien acompañados en su breve papel por el barítono veneciano Fabrio Previati (sacristán).

Con una voz dúctil y de gran colorido, capaz de evolucionar desde una Tosca enamorada y enfermiza por los celos a una mujer valiente que hace frente al oprobio, Oksana Dyka puso también el punto justo de dulzura y melancolía para encarar con sentimiento su aria "visi d'arte, visi d'amore" del segundo acto.

Marcelo Álvarez estuvo entregado y pletórico, con dominio y potencia en los registros altos, hasta conseguir modelar un Cavaradossi idealista y defensor de las nuevas ideas republicanas por encima de su amor a Tosca.

Capaz de hacer frente a su torturador ("libertad surge mientras caen los tiranos, le espetará en la misma cara a Scarpia), el tenor argentino rozó el lirismo con sus dos arias, "recóndita armonía", en el primer acto, "Y brillaban las estrellas", en el tercero.

El galés Bryn Terfel todavía subió un peldaño más al redondear un magnífico Scarpia, cruel y malvado, con una aterciopelada voz para las conquistas amorosas y otra más oscura para sus siniestros actos represores como jefe de la policía.

Logrados resultaron también el final del primer acto con la intervención de Scarpia ("Tres esbirros") y el "Te Deum" (con un Cor de la Generalitat en la línea habitual de efectividad) y el canto del pastorcillo, interpretado por el niño Salvador Belda, en el inicio del tercer acto.

Con dirección de escena de Jean Louis Grinda y escenografía de Isabelle Partiot-Pieri, esta producción de Tosca presentaba efectos minimalistas en sus decorados: sólo dos paneles para conformar tanto la iglesia como la terraza del castillo de Sant Angelo, y una gran mesa que ocupaba dos terceras partes del foro, que servía tanto para el ágape de Scarpia como para delimitar la sala de torturas.

Una novedad fue la incorporación, al inicio de la obra, de unas imágenes con el lanzamiento de Tosca al vacío (a las aguas imposibles del Tíber desde el Castillo de Sant Angelo) antes de que la orquesta iniciara las cuatro notas rotundas y tenebrosas del inicio de la ópera.
En este contexto hay que situar también la ausencia del candelabro con las velas y la cruz sobre el cuerpo del asesinado Scarpia, una imagen con la que se identifica tradicionalmente a esta obra.