Nacido en Rusia en 1957, Shlomo Mintz emigró cuando tenía dos años a Israel, donde estudió con Ilona Fleher. Desde entonces viene desarrollando una carrera descomunal, presentándose con las orquestas y directores más destacados de la escena internacional, así como en recitales y conciertos de cámara. También toca la viola y es director de orquesta, siendo designado este año como Principal Director Invitado de la Filarmónica de Zagreb. En 2001 actuó con la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires en el Teatro Colón, interpretando el Concierto para violín de Tchaikovsky.

El programa estará integrado por obras de autores franceses –una pieza sinfónica de Camille Saint-Saëns (1835-1921), una obra concertante y música para ballet de Maurice Ravel (1875-1937)–, más otra obra concertante de uno de los autores más importantes de principios del siglo XX, el húngaro Béla Bartók (1881-1945).

El concierto comenzará con la Danza macabra, Op. 40 de Saint-Saëns. Estrenada en 1875, este poema sinfónico está basado en un poema de Jean Laho que describe cómo la Muerte aparece en Noche de Brujas, llamando a los muertos desde sus tumbas para que bailen con ella hasta el amanecer mientras toca su violín. La obra, de tono sarcástico, permite el lucimiento general de la orquesta, en especial al percusionista que toca el xilofón y que trata de imitar el sonido de los huesos bailando.

Para culminar esta primera parte, Shlomo Mintz interpretará dos obras: el Concierto Nº 1 para violín y orquesta, Op. póstumo de Béla Bartók y la rapsodia para violín y orquesta Tzigane de Maurice Ravel. El Concierto Nº 1 de Bartók, descubierto en 1956 luego de la muerte del compositor, fue compuesto hace cien años para la violinista Stefi Geyer. La obra presenta dos movimientos contrastantes que lo muestran como un verdadero concierto post-romántico, alejando del expresionismo característico posterior del autor, permitiendo al solista mostrar todo su dominio técnico como expresivo. Tzigane de Ravel,  dedicada a la violinista húngara Jelly d’Arányi en 1924, es una larga improvisación para violín en donde el compositor francés quiere emular las dificultades técnicas de Paganini, que solo un virtuoso las puede abordar.

La segunda parte estará integrada por las suites Nº 1 y Nº 2 del ballet Daphnis et Chloé  de Ravel. Estrenada en 1912, esta obra es producto de un encargo de los Ballets Rusos de Diaghilev sobre una historia de la mitología griega para ser puesta con coreografía de Michel Fokin y escenografía del pintor Leon Bakst. La partitura de Ravel trascendió el ámbito de la danza gracias a la selección que hizo su autor en dos suites, que en esta oportunidad se escuchan. Cada una de ellas tiene tres números que permiten ver la estética que cultivó el compositor a lo largo de su producción: líneas melódicas claras, estructuras sólidas y genial orquestación que permite el lucimiento de toda la orquesta.

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