El director de escena de la producción, Claus Guth, ha explicado que cuando la Ópera de Zúrich le planteó esta pieza se dio cuenta de que no había oído hablar ni de Dukas ni de esta ópera.

"Mi primera impresión es que era increíble que no fuera conocida, porque podría ser considerada a la misma altura de Debussy", ha dicho Guth, quien descubrió en la obra muchas posibilidades: "Hay un debate filosófico sobre el tema de la libertad, asociada también a la idea del miedo, sobre el futuro y sus incertidumbres, que abren una serie de paisajes nuevos".

Además, añade el director de escena, hay "una historia de terror, la experiencia de una mujer encerrada por su marido en una habitación durante muchos años, un tema de actualidad pues en el tiempo en el que se estrenó se conoció un caso en Bélgica y poco después se supo de otro caso más terrorífico en Austria".

En "Ariadne et Barbe-Bleue" Guth juega a favor de la música y ha liberado de anécdota la acción dramática, para "centrar la dramaturgia en Ariadne, en la nodriza y en las cinco mujeres atrapadas en casa del marido cruel".

La escenografía, obra de Christian Schmidt, es deliberadamente sobria, pues presenta una casa rural centroeuropea de una geometría austera en la que están visibles las seis puertas y el subterráneo como séptimo espacio que oculta y recluye a las cinco mujeres.

Completan el espacio escénico unas filmaciones que muestran el exterior de la casa.

En cuanto a la dirección de actores, Guth subraya lo esencial y, así, por ejemplo, la escena del segundo acto, cuando Ariadne estimula el deseo de libertad de las otras mujeres y las sitúa como si estuvieran remando en una barca, todas en la misma dirección.

La soprano Jeanne-Michele Charbonnet, que interpreta a Ariadne, considera que la obra de Dukas es "una partitura compleja, difícil, en la que se nota la influencia de Wagner y de Debussy, que aprovecha mucho la bitonalidad y presenta constantes cambios de coro y entonaciones complicadas".

Charbonet, que con la obra de Dukas ya habrá interpretado el mismo rol en cuatro ocasiones -también lo hizo con obras de Strauss, Bartok y Philippe Fénelon-, ha asegurado que en su interpretación trata de "unir los dos aspectos que conviven en el personaje de Ariadne, el intelectual y filosófico y su condición humana de mujer".

La ópera y el personaje remiten, subraya Charbonnet, a temas de actualidad como los maltratos a las mujeres o el síndrome de Estocolmo, ilustrado en este caso en la última escena, cuando a pesar de la libertad que ha conseguido Ariadne con su coraje, nada ha cambiado para las que han rechazado la liberación.

"Cuando se escribió esta obra -remarca la soprano- era una fecha muy importante, porque hablaba de una mujer que tenía una visión de la libertad de la mujer coincidiendo con el movimiento de las sufragistas".

EFE
Foto: Suzanne Schwiertz