Sergei Rachmaninov nació en la ciudad de Oneg, Novgorod en 1873. Estudió en el conservatorio de Moscú teniendo excelentes maestros: Antón Arenski en armonía y Serge Taneiev en composición. En el área específica del piano tuvo como docentes a Alexander Siloti y Nikolai Zverev. El talento del jovencito Sergei se hizo de manifiesto cuando conoció a Chaikowski, con el cual llegó a tener gran amistad.  El autor de la sinfonía “Patética” quedó muy impresionado con este adolescente, el cual realizó una magnífica transcripción para piano a cuatro manos de la Sinfonía “Manfredo”. Rachmaninov contaba apenas…13 años de edad.  Obviamente nadie pensaba en ese entonces que este llegaría a ser pianista. Todos lo ubicaban en el campo de la composición y ello se justificaba ante el hecho de que al graduarse a los 19 años, lo hizo con los más altos honores; su “tesis” fue nada menos que una ópera, “Aleko” (libreto de Vladimir Nemirovich-Dancenko, basado en un poema de Alexandr Pushkin y que  luego se estrenara el 9 de mayo de 1893 en el teatro Bolshoi). De manera parecida a lo que fue Sergei Prokofiev, Rachmaninov también se constituyó en un verdadero “enfant terrible”, especialmente en el campo de la composición. Pero mientras Prokofiev le dio buenos “dolores de cabeza” a Glazunov, su colega se los dio a Taneiev. Ya antes de egresar del conservatorio Rachmaninov no toleraba observaciones ni cambios en sus composiciones. Evidentemente Taneiev estaba muy por debajo de él en el campo creativo y por tal motivo siempre terminaba cediendo. Hay que destacar que en el año 1893 compuso su famosísimo Preludio en do sostenido menor que le dio tanto éxito – aunque no comercial – , pero que finalmente llegó exasperarlo de tanto tocarlo y/o escucharlo.

Además de poseer una técnica brillante, Rachmaninov era un verdadero superdotado desde el punto de vista intelectual – musical, de forma parecida a Walter Gieseking. En efecto, era un lector a primera vista colosal, con una memoria prodigiosa, capaz de recordar determinada melodía que circunstancialmente había escuchado y luego repetirla exactamente igual varios años más tarde. Retenía todo, pero dentro de un orden mental verdaderamente llamativo.

Tres semanas antes de estallar la Revolución Bolchevique se traslada con su familia a Estocolmo para una serie de conciertos. Ante semejantes circunstancias Rachmaninov decidió no retornar. De todas maneras era muy reconocido y el mundo le abriría sus puertas. Para ello tenía las siguientes posibilidades: ser director de orquesta, enseñar o abocarse a dar conciertos. Las dos primeras opciones no le atraían en absoluto, por lo tanto optó por presentarse en las salas de conciertos como pianista. En 1918 se traslada a los Estados Unidos, en donde le hicieron varias ofertas para desempeñarse en la dirección orquestal. Sergei las declinó de plano; como único recurso, optó por ser concertista y como ya se señalara en líneas anteriores. Si bien Rachmaninov tenía toda la capacidad para esta orientación musical, lo que le faltaba era repertorio. Este fue ampliado y entonces comenzó a presentarse en distintas salas de conciertos.

Según lo críticos de la época, Rachmaninov tenía gran pureza de ejecución, control emocional y ausencia de los conocidos efectos románticos de los pianistas de su época, caso de su condiscípulo Alexander Scriabin. Debido al enfoque filosófico que dio este músico a sus ejecuciones, por dicho motivo le pusieron el apodo – respetuoso-  de “puritano”. Ello estaba unido a su propio aspecto: alto, delgado, cabello rapado (contrariamente a su colega Paderewski), de expresiones faciales poco “simpáticas” y muy poco dado para hacerse de amigos. Hubo pianistas que llegaron a ser verdaderos especialistas de la música de Rachmaninov. Uno de ellos fue Benno Moiseivitch. Lo interesante es que nuestro compositor en cuestión le tuvo gran reconocimiento y respeto hacia Benno. En cierta ocasión le expresó humildemente“...tu concepción de mis obras son distintas a las mías, pero ello no significa que yo tenga la razón...”  A medida que pasaba el tiempo la figura de este gran músico fue creciendo. Si bien a sus compatriotas Igor Stravinski, Dmitri Shostakovich y Serguei Prokofiev se les considera junto con Bartok y Schoemberg como superiores en el campo creativo por ser compositores con enfoques “modernos” y hasta “revolucionarios”, la música de Rachmaninov se sigue ejecutando como siempre y sus discos continúan llenando los anaqueles de las discotecas. Las composiciones de este músico, especialmente sus conciertos para piano y orquesta, se venden a granel por un solo motivo fundamental: porque gustan, porque son muy agradables, porque poseen bellas melodías, pegadizas al gusto de la gente, hasta fáciles de “tararear” y ello constituye un factor sumamente importante para tener en cuenta. La creación de este artista no pierde vigencia en absoluto pese a que no constituye música de “vanguardia”. Además, Rachmaninov ha dejado una serie bastante numerosa de grabaciones en las cuales él mismo es el ejecutante, no solamente de sus propias creaciones, sino también de Schubert, Schumann, Grieg, Beethoven, etc.

Cercano a cumplir los setenta años, 1943, Sergei Rachmaninov fallece de cáncer en Beverly Hills.

Jorge de Hegedüs