Viernes, 19 de Abril de 2024

Clásica y Ópera | Ópera

Pagliacci de Ruggero Leoncavallo

Pagliacci de Ruggero Leoncavallo

La fantasía musical de Leoncavallo se enciende con la gran cantidad de situaciones que él mismo creó como libretista. En una obra de poco más de una hora es poeta lírico y dramaturgo, pintor de emociones y psicólogo. La ópera está llena de piezas musicales que se han hecho famosas: el prólogo, las dos arias de Canio, el aria de los pájaros de Nedda, su dúo de amor con Silvio, el emocionante final. Una de las óperas más brillantes del verismo, cuya fuerza no ha menguado hasta el día de hoy.








Ópera en un prólogo y dos actos. Libreto del compositor.

Personajes: Canio, jefe de una compañía de cómicos de la legua que interpreta la comedia Payasos (tenor); Nedda, su mujer (soprano); Tonio, miembro del grupo (barítono); Beppo, miembro del grupo (tenor); Silvio, un joven campesino (barítono); campesinos.

Lugar y época: Montalto, Calabria (sur de Italia), un 15 de agosto (festividad de la Asunción de la Virgen, en Italia ferragosto) entre 1865 y 1870.

Argumento: La ópera comienza con un «prólogo» que se ha hecho célebre; es una forma original de obertura cantada. El teatro hablado, desde Shakespeare hasta Pirandello y después, conoce tales introducciones, que se remontan al teatro de la Grecia clásica. En la época de los orígenes de la ópera se mezclaban ocasionalmente las partes instrumentales con las cantadas en una especie de preludio, pero desde que el teatro musical desarrolló formas fijas, no existía el prólogo cantado hasta que Leoncavallo lo creó con original inspiración.

Delante del telón aparece Tonio, caracterizado como payaso de la obra que se va a representar dentro de la ópera, e informa al público de que va a ver la puesta en música de un acontecimiento real que ha conmovido profundamente a su autor. Los temas musicales de este prólogo son muy conocidos. Se introducen primero en forma puramente instrumental, pero sólo cumplen su verdadera función cuando se cantan en la ópera. El primero anuncia de manera espectacular el comienzo de la comedia. El segundo parece doloroso. Adquiere luego en el aria de Canio la trágica grandeza del payaso que sonríe mientras sufre por dentro. El tercero es el tema del amor, dulce y delicado; constituirá uno de los elementos principales en el único dúo de amor de la obra, cuando Nedda se refugie en los brazos de Silvio.

Después de estos tres Leitmotive (aunque no en el sentido de Wagner, sino a la manera más ostensible de la ópera naturalista italiana), el prólogo culmina con una frase cantada en la que el barítono suele incluir por tradición dos notas agudas no previstas en la partitura (La bemol y Sol). El prólogo se eleva a una altura conmovedora: el autor apela a la compasión del oyente, anuncia pensamientos sobre el dolor y el sufrimiento del hombre, que no cambian porque se lleve un traje de payaso. La comedia y la vida no son opuestas, sino que están ligadas de manera inseparable: un problema que no cesa de fascinarnos.

Ya «puede comenzar la comedia». El telón, detrás del cual desaparece Tonio, se levanta. Nos encontramos en una aldea del sur de Italia, a la que, al son de una música llega una compañía de cómicos. La población saluda al grupo y Canio invita a los lugareños a asistir a la «representación» que tendrá lugar esa noche. Tonio quiere ayudar a Nedda a descender del carruaje, pero el celoso Canio lo aparta bruscamente. Los espectadores ríen, creen que es una broma de los comediantes. Los aldeanos invitan a Canio a tomar una copa. Tonio se queda en el carruaje. Alguien advierte a Canio en tono de broma que Tonio podría estar buscando la cercanía de Nedda. Canio se enfurece: aunque en la comedia interpreta el papel de esposo engañado, nunca permitirá en la vida una situación así.

La vehemencia de Canio sorprende a los campesinos. ¿Ha hablado de matar? Sin embargo, vuelve a sonreír, besa a Nedda en la frente y entra en la aldea. La joven trata de librarse de la impresión que le ha producido la angustiosa escena; sabe muy bien que Canio es capaz de matarla. No lo ama, anhela la libertad, una vida diferente. En una gran aria compite con el canto de los pájaros, liberándose interiormente de la pesada carga que soporta.

Tonio la ha oído. Nedda es su sueño inalcanzable. Se acerca a ella, le pide un poco de amor. Pero Nedda se ríe de él. ¿Quiere trasladar a la vida lo que en el escenario se le permite de vez en cuando? Debería quitárselo de la cabeza. Sin embargo, Tonio está excitado, quiere abrazarla. Nedda coge un látigo y lo golpea. Tonio grita de dolor y de humillación. Ya encontrará el modo de vengarse.

Silvio sale de los arbustos. Nedda se arroja en sus brazos. Después de la amenaza de Canio y del torpe acercamiento de Tonio, se refugia en el hombre en cuyo amor pone sus esperanzas. En un dúo muy melodioso, deciden huir ese mismo día. Nedda no sospecha que Tonio la ha observado y ha ido corriendo al pueblo a buscar a Canio. El esposo furioso llega a tiempo para ver la despedida de los amantes: «Hasta esta noche... y después, unidos para siempre...». De un salto, Canio se planta frente a ellos, pero Silvio logra huir. Pese a la insistencia de Canio, Nedda no revela el nombre de su amante.

Se acerca la hora de la representación, los cómicos han de prepararse. Canio no lo ha hecho nunca con tanta amargura. Mientras se pone la ropa de payaso, canta el aria «Vestí la giubba», que con las palabras «Ridi, pagliaccio» lleva el drama a un punto culminante. Es la melodía de todos los payasos tristes, pero también de todos los que deben reír... con lágrimas. Desde la legendaria interpretación de Caruso, esta aria termina con un sollozo (no señalado en la partitura).

Han construido un escenario para la obra de los comediantes. Tonio toca el tambor en la aldea para anunciar el comienzo. Los bancos se llenan, también está Silvio, pero algo alejado. Se levanta el pequeño telón, comienza el «teatro en el teatro» (un recurso dramático siempre efectivo). Nedda, vestida de Colombina, se pasea nerviosa por la habitación, como si esperase a alguien. Fuera se oye la serenata de Arlequín (Beppo). Pero Nedda no lo puede recibir, pues Taddeo, representado por Tonio, regresa ya del mercado. No sólo no trae el pollo que le había encargado, sino que además intenta besar a Colombina. Ésta lo rechaza y el público ríe. Por último entra Arlequín y echa a Taddeo. Entonces Colombina y Arlequín cantan su amor; ensimismados, no advierten el regreso del esposo de Colombina. Cuando éste oye las fatales palabras: «Hasta la noche... y después unidos para siempre», olvida su papel y grita como si le hubieran clavado un puñal. Se arroja sobre Colombina, mientras Arlequín escapa. En cuanto vuelve en sí, continúa la comedia, representa el papel del payaso celoso. Los espectadores aplauden entusiasmados: ¡qué artista! ¡Qué interpretación tan real! El payaso quiere saber el nombre del hombre con el que lo engaña su mujer. El silencio de Colombina lo enfurece cada vez más. Al igual que Canio horas antes, el payaso grita enfurecido: «¡El nombre! ¡El nombre!». Colombina intenta salvar la escena de la comedia: canta la ligera gavota que le exige su papel. Pero el payaso ya no puede seguirla. Unos aplauden entusiasmados, pero otros notan algo extraño y opresivo en la representación. Canio enloquece, no puede pensar, su visión se nubla. Acorrala a Nedda y le clava un puñal en el corazón. Tonio ha mantenido apartado a Beppo, que intuía que iba a ocurrir algo nefasto. Y la multitud que rodea el escenario y ha subido a él con la mayor excitación, impide que Silvio se abra paso. Unos huyen horrorizados. Otros siguen creyendo que todo es una simple actuación. Por fin puede llegar Silvio al escenario, pero el puñal de Canio lo mata a él también. Canio, totalmente ido, cae sobre el cadáver de Nedda. Tonio se adelanta y pronuncia las palabras que se han hecho clásicas: «La commedia é finita...».

Fuente: Según el autor, los sucesos descritos sucedieron realmente en una aldea del sur de Italia, y su padre intervino en el caso como juez; los hechos quedaron grabados en la memoria del niño y revivieron décadas más tarde. La acción de Pagliacci, por otro lado, es prácticamente idéntica a la de Un drama nuevo (1867), del dramaturgo español Manuel Tamayo y Baus, obra donde se rinde homenaje a Shakespeare y se recrea su costumbre de incluir teatro en el teatro.

Libreto: Es una síntesis de teatro y vida lograda brillantemente, tal como muchos dramaturgos imaginaron y muy raras veces alcanzaron. Sobre este libreto se podría decir que también sin música sería una obra teatral emocionante y conmovedora.

Música: La fantasía musical de Leoncavallo se enciende con la gran cantidad de situaciones que él mismo creó como libretista. En una obra de poco más de una hora es poeta lírico y dramaturgo, pintor de emociones y psicólogo. La ópera está llena de piezas musicales que se han hecho famosas: el prólogo, las dos arias de Canio («Un tel gioco, credetemi» y «Vesti la giubba»), el aria de los pájaros de Nedda, su dúo de amor con Silvio, el emocionante final. Una de las óperas más brillantes del verismo, cuya fuerza no ha menguado hasta el día de hoy.

Historia: El drama de Leoncavallo, que por no constar de un solo acto no pudo participar en el concurso organizado por la editorial Sonzogno de Milán, recibió sin embargo un gran apoyo para que se representase. Pagliacci se estrenó en el Teatro dal Verme de Milán el 21 de mayo de 1892 y se convirtió muy pronto, por lo general en compañía de Cavalleria rusticana, en un gran éxito internacional. En el Teatro Real de Madrid se representó veintidós veces antes de 1900.

Foto: Enrico Caruso en el papel de Canio

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Breves

  • HECTOR BERLIOZ

    Fue un creador cuyo obstáculo fue la intransigencia de la mayoría de los músicos en casi todos los temas, desde su apoyo al uso del saxofón o a la nueva visión dramática de Wagner. Su vida fue excéntrica y apasionada. Ganó el Premio de Roma, el más importante de Francia en aquel momento, por una cantata hoy casi olvidada. Su obra musical es antecesora de estilos confirmados posteriormente.

  • El aprendiz de brujo de Paul Dukas se basa en una balada de Goethe. Es un scherzo sinfónico que describe fielmente cada frase del texto original.

  • La primera ópera de la que se conserva la partitura es Orfeo de Claudio Monteverdi. Se estrenó en Mantua en 1607, con motivo de la celebración de un cumpleaños, el de Francesco Gonzaga.

  • La obra que Stravinski compuso desde la época del Octeto de 1923 y hasta la ópera The Rakes Progress de 1951, suele considerarse neoclasicista.

  • En la Edad Media encontramos la viela de arco, de fondo plano y con dos a seis cuerdas, que se perfeccionó en la renacentista, hasta llegar a su transformación en el violín moderno a partir del siglo XVI, cuando se estableció una tradición de excelentes fabricantes (violeros) en la ciudad de Cremona.


Citas

  • DANIEL BARENBOIM

    "Un director no tiene contacto físico con la música que producen sus instrumentistas y a lo sumo puede corregir el fraseo o el ritmo de la partitura pero su gesto no existe si no encuentra una orquesta que sea receptora"

  • GEORGE GERSHWIN

    "Daría todo lo que tengo por un poco del genio que Schubert necesitó para componer su Ave María"

  • GUSTAV MAHLER

    "Cuando la obra resulta un éxito, cuando se ha solucionado un problema, olvidamos las dificultades y las perturbaciones y nos sentimos ricamente recompensados"

  • FRANZ SCHUBERT

    "Cuando uno se inspira en algo bueno, la música nace con fluidez, las melodías brotan; realmente esto es una gran satisfacción"

  • BEDRICH SMETANA

    "Con la ayuda y la gracia de Dios, seré un Mozart en la composición y un Liszt en la técnica"

MULTIMEDIA

  • Nein! langer trag' ich nicht die Qualen

    René Kollo (Max)

  • Fantasía para un gentilhombre

    Joaquín Rodrigo

  • Recuerdo de un lugar querido

    Piotr Illych Chaikovski

  • Un americano en Paris

    George Gershwin

  • Sonata para piano

    K443 in D major

  • Hágase la Música en Radio Brisas

    Ciclo 2011 - Programa N° 4

  • Che gelida manina

    Luciano Pavarotti (Rodolfo)

  • Hágase la Música en Radio Brisas

    Ciclo 2011 - Programa N° 8

Intérpretes

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Aldo Campoamor

Aldo Campoamor

Aldo Campoamor cantó en las orquestas de Horacio Pettorossi, en Radio Prieto, junto a la cancionista Susana Ortiz, la de Ricardo Malerba y con Federico Scorticati, con quien realizó una gira por Brasil. En 1938 viajó a Francia con Rafael Canaro. En 1939 se incorporó a Radio El Mundo donde actuó por varios años acompañado por guitarras, habitualmente por las de Edmundo Zaldívar y también, por la orquesta de la emisora. Allí permaneció hasta ser requerido por Astor Piazzolla junto al cantor Héctor Insúa.

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Reynaldo Martín

Reynaldo Martín

Los años 60, fueron muy difíciles para el tango. El rock se había impuesto en la juventud y la política cultural y los medios de comunicación apoyaban más al folklore que a la música ciudadana. El tango estaba "en baja", no se vislumbraba ninguna figura en el horizonte y los tangueros se guarecían en los pocos refugios que había en Buenos Aires. En esas apareció un muchachito rubio, con pinta de galán televisivo, simpático y muy sencillo. Reynaldo Martín fue un remanso de aire puro que enseguida atrajo al público con su voz expresiva y fresca, con una muy buena dicción y, lo que es más importante, afinado.

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En La Boca, de la mano de un maestro ejemplar, Juan de Dios Filiberto, vecino y amigo de la familia Quiroga, Rosita dio sus primeros pasos con la guitarra a la edad de siete años. El tango no era por entonces cosa de niñas. De modo que la joven Rosita se inició en el arte del canto al compás de los valsesitos, la zamba y la canción campera. Cantaba en reuniones y fiestas de familia. Eran los años de Filiberto y Quinquela Martín, La Boca festejaba ruidosos carnavales y Rosita, que vivía en una casa de chapa y madera, se mezclaba en las murgas del barrio.

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