Viernes, 19 de Abril de 2024

Clásica y Ópera | Obras Maestras

Sinfonía Nº 5 de Anton Bruckner

Sinfonía Nº 5 de Anton Bruckner

La Quinta Sinfonía fue compuesta entre el 14 de febrero de 1875 y el 16 de mayo de 1876. Bruckner inició una revisión a principios de 1877, que finalizó el 04 de enero de 1878. Franz Schalk dirigió el estreno el 08 de abril de 1894, en Graz. Para Bruckner, la Quinta representó un avance importante tanto en lo estilístico como en lo técnico. Es su primera obra maestra incuestionable. Lo que en las sinfonías anteriores algunas veces parece afectado, con clisés o ampuloso, ahora está investido con un infalible poder emocional.








Cuando, en 1932, se empezaron a publicar y ejecutar las versiones originales de Bruckner, el mundo musical se sorprendió ante las diferencias entre las revisiones que habían sido aceptadas como música de Bruckner y lo que el compositor verdaderamente había intentado producir. Numerosas distorsiones habían sido introducidas en sus partituras por editores bien intencionados y por el propio Bruckner. Como carecía de confianza en sí mismo y era sumamente autocrítico, el compositor revisaba las obras repetidas veces, a menudo en detrimento de las mismas. Algunas composiciones, como la Tercera Sinfonía, tienen cuatro versiones diferentes. Hay cinco versiones de la Cuarta. Bruckner se rendía con demasiada facilidad ante las exigencias de los directores en el sentido de hacer cortes a sus obras. Por ejemplo, escribió al director Félix Weingartner, en relación con la ejecución de la Octava Sinfonía: "Por favor, aplíquele cortes radicales al final, del modo indicado, porque podría ser demasiado largo y es válido sólo para tiempos venideros."

Ahora que los "tiempos venideros" han llegado, nos enfrentamos con alrededor de 34 versiones publicadas de las nueve sinfonías. Las primeras concepciones de Bruckner fueron a veces ingenuas; sin embargo, sus opiniones finales tampoco eran fiables ya que, a menudo, mediaban muchos años entre la primera versión y la última. Además, como era un organista con poca experiencia orquestal práctica, el dominio de la partitura por parte del compositor llegó lenta y concienzudamente. Como las ejecuciones de sus sinfonías eran poco frecuentes, pocas veces tuvo la oportunidad de juzgar sus orquestaciones escuchándolas realmente. Así que parte de la instrumentación revisada sugerida por directores como Franz Schalk, Joseph Schalk y Ferdinand Löwe, realmente mejora el sonido. Pero muchas de sus otras revisiones no hacen sino destruir el sentido de la música. El crudo poder del lenguaje de Bruckner no sobrevive a ser artificialmente refinado o hermoseado.

Apenas había terminado Bruckner la Quinta Sinfonía cuando empezó a revisarla, terminando este proceso dos años más tarde, en 1878. Estas revisiones no fueron esenciales. Incluso en su estado mejorado, la partitura no fue interpretada durante muchos años. Como el compositor nunca volvió sobre ella, podría suponerse que los problemas editoriales de la Quinta fueron menos molestos que los de las demás sinfonías de Bruckner. No fue así. Manos ajenas al compositor se metieron con la pieza.

Una ejecución de una reducción para dos pianos, realizada por Joseph Schalk y Franz Zottman en 1887, despertó interés en la posibilidad de hacer una interpretación orquestal de esta obra masiva. En 1894 Franz Schalk se atrevió a dirigir la pieza en Graz. Pero era reacio a usar la partitura de Bruckner. Se sintió obligado a efectuar amplias revisiones: cortes, nuevas orquestaciones, cambios de ritmo, etcétera. Las motivaciones de Schalk estaban más allá de todo reproche: deseaba que la sinfonía fuera apreciada, pero al mismo tiempo temía que resultara demasiado larga y demasiado austera en su forma original. De hecho, la hizo sonar como música suntuosa de Wagner, que estaba de moda en aquella época. Schalk agregó un coro de bronces adicional al coral que corona el final: un efecto espectacular, sin duda, pero de ningún modo apropiado para la sinfonía o para su compositor. El director eliminó 122 de los 635 compases del último movimiento, además de hacer cortes en los otros movimientos. El resultado fue que la sinfonía perdió alrededor de veinte minutos, lo cual constituía la longitud de muchas sinfonías completas de compositores más antiguos. Prácticamente no hay ningún compás de la Quinta de Bruckner que Schalk haya dejado sin tocar.

Al compositor le quedaban dos años de vida en el momento en que Schalk hizo su interpretación. Bruckner estaba demasiado enfermo para viajar a presenciarla y demasiado ocupado tratando de concluir la Novena Sinfonía como para molestarse con las modificaciones de Schalk. Nunca las aprobó ni las desaprobó, porque ni siquiera las miró. Parecía haber comprendido, aunque demasiado tarde, que el tiempo dedicado a reelaborar viejas piezas era tiempo que se quitaba a la posibilidad de terminar la Novena.

Schalk creía que le estaba haciendo un verdadero favor a la música y a su compositor. Escribió a Bruckner después de la función: "Honrado maestro, seguramente se habrá enterado usted de la enorme impresión que ha causado su grande y maravillosa Quinta. Sólo puedo agregar que esa noche permanecerá entre mis recuerdos más maravillosos a lo largo de toda mi vida. Profundamente conmovido, me sentí caminando dichosamente en los reinos de la grandeza eterna. Nadie que no lo haya oído puede imaginar el aplastante poder del final. Así que, mi querido maestro, dejo mi admiración a sus pies con ardiente entusiasmo y hago llegar mis loas al creador de semejante obra."

Cuando se publicó la Quinta Sinfonía en 1896, se imprimió la versión de Schalk. Durante muchos años esta fue la única edición disponible de la obra. Afortunadamente la Sociedad Bruckner publicó la versión original de la Quinta (incluyendo las revisiones menores realizadas por el propio Bruckner), en 1939. Por suerte la mutilación de Schalk actualmente ha caído en desuso.

Para Bruckner, la Quinta representó un avance importante tanto en lo estilístico como en lo técnico. Es su primera obra maestra incuestionable. Lo que en las sinfonías anteriores algunas veces parece afectado, con clisés o ampuloso, ahora está investido con un infalible poder emocional. Por primera vez Bruckner parece tener el pleno dominio de su ritmo lento, de sus pausas frecuentes, de las yuxtaposiciones de materiales diferentes y de la construcción en bloque. Así que la sinfonía, a pesar de su extremada longitud, es ajustada y económica.

La obra es una concepción unificada, en gran medida porque hay sugerencias que operan a todo lo largo de la sinfonía. La magnífica introducción lenta, por ejemplo (ninguna otra sinfonía de Bruckner la tiene), crea una tensión subyacente que se resuelve sólo en el final. La introducción presenta varias ideas independientes, rigurosamente separadas por silencios. Dichas ideas se niegan a encontrarse, a mezclarse o incluso a reconocerse mutuamente. Esta fragmentación resuena a lo largo de todo el primer movimiento, que está escalonado de modo similar. A medida que el movimiento avanza, las ideas se congelan, pero Bruckner evita cuidadosamente permitir que cualquier melodía se desarrolle completamente sin interrupción. De esta manera el carácter discontinuo de la introducción modela su influencia sobre el allegro posterior: el primer movimiento completo funciona como introducción a la sinfonía.

Esta situación es diferente de la sinfonía clásica típica, donde el primer movimiento, lejos de ser una introducción, es el centro de gravedad, el meollo emocional de la obra. Pero la Quinta de Bruckner es una "sinfonía final". Debido a que el primer movimiento es una introducción, nos vemos obligados a esperar hasta el último movimiento para descubrir el significado esencial de la obra y a experimentar la resolución completa.

Bruckner nos recuerda todavía tensiones no resueltas cuando abre el final con exactamente el mismo material que comienza la sinfonía (un tema, dicho sea de paso, que aparece en inversión en la sección media del movimiento scherzo). Gran parte de la música del primer movimiento se exhibe nuevamente en el final, pero ahora participa en un desarrollo continuo hacia la apoteosis de la sinfonía, el coral final. Este coral disipa definitivamente la fragmentación y así nos lleva a la resolución.

La similitud de los movimientos exteriores se refleja como en un espejo en los movimientos interiores. Los mismos también comparten materiales de la apertura, aunque el humor difiere. De manera que los movimientos dos y tres comparten temas así como lo hacen los movimientos uno y cuatro. En contraste, los movimientos uno y tres son fragmentarios, mientras los movimientos dos y cuatro son continuos. De este modo, el apareamiento anímico no se corresponde con el apareamiento de las melodías.

La sinfonía es más contrapuntística que la mayor parte de las obras de Bruckner. Poco después de la apertura del segundo movimiento, oímos que en realidad son dos tiempos diferentes simultáneos. Sin embargo, el contrapunto más complejo se encuentra en el final y es debido a la intensidad que resulta en que el último movimiento constituye el corazón de la sinfonía. Después del comienzo de este final con reminiscencias de los primeros dos movimientos, se escucha una exposición en fuga. Sin embargo la fuga es absorbida por una marcha. Finalmente esta marcha da lugar a un coral, que se convierte en la base de una segunda fuga. Esta fuga adquiere considerable complejidad e intensidad: al final la música puede desarrollarse de manera continua. Los temas de ambas fugas se combinan durante este desarrollo. Finalmente el tema principal del primer movimiento se une en una suerte de contrapunto triple complejo y asombroso, que se resuelve cuando el coral vuelve con toda su fuerza.

Así concluye una sinfonía extraordinaria. Es extraordinaria debido a los infinitos modos en que está integrada y debido a la poderosa progresión desde una apertura engañosamente simple y misteriosa en las cuerdas bajas en pizzicato al pronunciamiento de los bronces, que penetra la trama orquestal en el coral final.

Bruckner sabía antes de empezar a componer la Quinta Sinfonía que era poco probable que se la ejecutara. La Primera, Segunda y Tercera Sinfonías habían sido rechazadas repetidas veces por la Filarmónica de Viena. La Cuarta Sinfonía fue objeto de una lectura de prueba antes de ser rechazada también. Se la llamó "idiota" y se aconsejó al compositor que se deshiciera de sus manuscritos y tratara de ganarse la vida haciendo arreglos para piano de las sinfonías de otros compositores.

Bruckner se sintió herido por estos rechazos. Debido a ellos creció su manía de revisar sus obras anteriores, pero también se embarcó obcecadamente en la composición de la Quinta Sinfonía.

Fue una época difícil para el compositor. Su situación financiera era precaria. Había perdido uno de sus puestos de docente y debía arreglársela; con un empleo pobremente pagado en el Conservatorio de Viena más uno; pocos ingresos suplementarios, que provenían de estudiantes privados.

"Lo único que tengo es mi cargo en el Conservatorio, con cuyos ingresos encuentro imposible subsistir. Me he visto obligado a pedir préstamos una y otra vez o de lo contrario aceptar la alternativa de morir de hambre. Nadie me ofrece ayuda. El ministro de Educación hace promesas, pero nada más. Si no fuera por unos pocos extranjeros que estudian conmigo, debería convertirme en un mendigo. Si alguna vez hubiera soñado que ocurrirían estas cosas terribles, ningún poder sobre la tierra me hubiera inducido a venir a Viena. ¡Oh, qué feliz sería si pudiera volver a mi antiguo puesto en Linz!"

Finalmente, un amigo le encontró un puesto para enseñar piano en un seminario para maestras. Pero sus rudos modales campesinos fueron mal interpretados por dos estudiantes, que le acusaron públicamente de haberlas insultado. Se probó su inocencia, pero no antes de que el incidente fuera publicado en la prensa. Como consecuencia de la publicidad desfavorable, fue trasladado a la sección masculina del seminario y su remuneración se redujo Poco tiempo después su cargo fue abolido.

Se presentó repetidamente en la Universidad de Viena solicitando cargos docentes, pero siempre se le rechazó. Ingenuamente, el compositor escribía en sus cartas de solicitud que deseaba el trabajo para tener tiempo para componer. La universidad, comprensiblemente, estaba más interesada en la gente que quisiera ocupar todo su tiempo en la enseñanza. Finalmente, con la ayuda de cierta publicidad periodística (esta vez favorable), Bruckner recibió un nombramiento en la facultad, pero que no era remunerado. Así que lo que ganó no fue un aumento de sus ingresos sino solamente una mengua en el tiempo libre para componer.

No obstante, Bruckner disfrutaba de su cargo en la universidad. Le gustaba dar conferencias y apreciaba la compañía de la gente que le valoraba a él y a su música. Pero sus finanzas seguían siendo ruinosas. Se presentó a solicitar un trabajo como director musical de una iglesia, pero fue rechazado. Finalmente sus posibilidades mejoraron en 1878, cuando fue elegido como miembro de la Capilla Imperial, convirtiéndose de este modo en candidato para recibir una remuneración anual.

Con poco tiempo para trabajar de modo ininterrumpido y con pocas razones para sentirse optimista, Bruckner compuso la Quinta Sinfonía. La dedicó a Karl von Stremayr, el ministro de Educación que había tratado de conseguirle un cargo remunerado en la universidad. Bruckner tenía razón respecto del futuro de la sinfonía. Tardó quince años en ser ejecutada y él nunca la escuchó. Pero el compositor era resistente. Simplemente continuó componiendo una sinfonía tras la otra.

Más Notas
Concierto N° 3 para Piano y Orquesta de Béla Bartók
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Don Juan de Richard Strauss

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Breves

  • HECTOR BERLIOZ

    Fue un creador cuyo obstáculo fue la intransigencia de la mayoría de los músicos en casi todos los temas, desde su apoyo al uso del saxofón o a la nueva visión dramática de Wagner. Su vida fue excéntrica y apasionada. Ganó el Premio de Roma, el más importante de Francia en aquel momento, por una cantata hoy casi olvidada. Su obra musical es antecesora de estilos confirmados posteriormente.

  • El aprendiz de brujo de Paul Dukas se basa en una balada de Goethe. Es un scherzo sinfónico que describe fielmente cada frase del texto original.

  • La primera ópera de la que se conserva la partitura es Orfeo de Claudio Monteverdi. Se estrenó en Mantua en 1607, con motivo de la celebración de un cumpleaños, el de Francesco Gonzaga.

  • La obra que Stravinski compuso desde la época del Octeto de 1923 y hasta la ópera The Rakes Progress de 1951, suele considerarse neoclasicista.

  • En la Edad Media encontramos la viela de arco, de fondo plano y con dos a seis cuerdas, que se perfeccionó en la renacentista, hasta llegar a su transformación en el violín moderno a partir del siglo XVI, cuando se estableció una tradición de excelentes fabricantes (violeros) en la ciudad de Cremona.


Citas

  • DANIEL BARENBOIM

    "Un director no tiene contacto físico con la música que producen sus instrumentistas y a lo sumo puede corregir el fraseo o el ritmo de la partitura pero su gesto no existe si no encuentra una orquesta que sea receptora"

  • GEORGE GERSHWIN

    "Daría todo lo que tengo por un poco del genio que Schubert necesitó para componer su Ave María"

  • GUSTAV MAHLER

    "Cuando la obra resulta un éxito, cuando se ha solucionado un problema, olvidamos las dificultades y las perturbaciones y nos sentimos ricamente recompensados"

  • FRANZ SCHUBERT

    "Cuando uno se inspira en algo bueno, la música nace con fluidez, las melodías brotan; realmente esto es una gran satisfacción"

  • BEDRICH SMETANA

    "Con la ayuda y la gracia de Dios, seré un Mozart en la composición y un Liszt en la técnica"

MULTIMEDIA

  • Rapsodia española

    Maurice Ravel

  • La Coccinelle

    Cecilia Bartoli

  • Pompa y Circunstancia

    Edward Elgar

  • La Boheme (Acto primero)

    Giacomo Puccini

  • Danza húngara Nº 5

    Johannes Brahm

  • Humoresque

    Antonín Dvorak

  • Danza macabra

    Camille Saint Saens

  • Concierto para piano Op. 54

    Robert Schumann

Intérpretes

Voces

Roberto Goyeneche

Roberto Goyeneche

El Polaco nació el 29 de enero de 1926. Fue conductor de colectivos, taxista y mecánico. A los dieciocho años debutó en la orquesta de Raúl Kaplún y luego fue vocalista de Horacio Salgán. En 1956 fue convocado por Aníbal Troilo, incorporándose a su orquesta como cantor hasta 1963. Alentado por Pichuco, con el que llegaron a ser grandes amigos, al año siguiente se constituyó en forma definitiva como solista, etapa que se prolongó durante tres décadas.

Poetas

Homero Manzi

Homero Manzi

Sus veleidades de poeta y autor las inicio escribiendo para las murgas de su barrio de Boedo y en 1922 da a conocer su primera cancion, ¿Por que no me besas? a la que le pone musica de vals Francisco Caso, grabándolo Ignacio Corsini. De esa época data también el tango Viejo ciego, que presentó al concurso de la revista "El alma que canta". Homero Nicolás Manzioni Prestera fue letrista y director de cine argentino, autor de inolvidables tangos y milongas, entre ellos Barrio de tango, Malena, Milonga sentimental y Sur. Como guionista y director de cine legó obras celebres como La guerra gaucha, El viejo Hucha y Pobre mi madre querida.

Voces

Ángel Vargas

Ángel Vargas

Posiblemente, junto a Francisco Fiorentino, fue el modelo del "cantor de la orquesta". Tanto es así que hablar de Ángel Vargas nos remite indefectiblemente a Ángel D'Agostino, el director de la orquesta de sus grandes éxitos. Cantor de una personalidad impresionante, es el símbolo del fraseo porteño de los años cuarenta. Vargas canta como únicamente se cantó en el cuarenta. Su fraseo era reo y compadrito pero al mismo tiempo, de un infinito buen gusto. Tenía una dulzura que disimulaba su voz pequeña pero varonil, transmitía simpatía y era sobretodo, un cantor carismático. Fue sin duda uno de los más grandes artistas de nuestro tango.

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