Clásica y Ópera | Obras Maestras
Romeo y Julieta de Héctor Berlioz
La sinfonía dramática Romeo y Julieta fue compuesta en su mayor parte en 1839, aunque fue planeada mucho tiempo atrás, en 1827 y fue revisada hasta 1847. Se estrenó en París en noviembre de 1839, bajo la dirección del compositor. Berlioz llamó a Romeo y Julieta una "sinfonía dramática"; este subtítulo es una buena pista para detectar la naturaleza real de la obra. Su concepto subyacente no tenía precedentes. No es ni una ópera ni un oratorio sino una verdadera sinfonía.
Pasaron casi veinte años desde la concepción inicial de Romeo y Julieta hasta su terminación en la forma definitiva. Cuando Berlioz era un joven de 27 años, viajó a Italia y, bajo el embrujo del país que había proporcionado inspiración artística a muchos compositores, decidió respecto de lo que prácticamente llegaría a ser la obra de toda su vida. Anotó las descripciones de varias obras dramáticas: la sinfonía-concierto Haroldo en Italia (terminada 4 años más tarde), la ópera Benvenuto Cellini (8 años más tarde), la sinfonía dramática Romeo y Julieta (17 años más tarde), la ópera Los Troyanos (28 años más tarde) y la ópera Beatriz y Benito (32 años más tarde). Estos eran los temas que le interesaban y él se sentía lo suficientemente comprometido con las ideas de su juventud como para ocuparse de llevarlas adelante hasta terminarlas.
El interés de Berlioz en Romeo y Julieta en realidad surgió tres años antes de su viaje a Italia, cuando vio por primera vez la obra de teatro. Había leído a Shakespeare en una traducción y estaba ansioso por verle en escena cuando una compañía de Inglaterra hizo una gira por Francia. Las obras de Shakespeare arrasaron París. Sus dramas fueron proclamados por el movimiento romántico francés como una excitante alternativa al clasicismo académico. Berlioz se unió a la élite intelectual que asistió a ver Romeo. Se sintió tan sobrecogido como el resto de la audiencia, a pesar de que no sabía inglés. Se sintió conmovido no sólo por la pieza sino también por Harriet Smithson, la actriz que representaba el papel de Julieta. También vio su sorprendente interpretación de Ofelia en Hamlet e instantáneamente se enamoró de ella. La idolatró e idealizó aun antes de conocerla. En su mente su persona se fundía con la de Julieta; ambas representaban "el verdadero significado de la grandeza, la belleza y la verdad dramática" de Shakespeare. Berlioz percibió en Shakespeare implicaciones para "el desarrollo total de la música del futuro" y vio en Harriet un símbolo del arte supremo de Shakespeare. Decidió perseguir su sueño inalcanzable: supuestamente dijo después de ver por primera vez Romeo y Julieta: "Me casaré con Julieta y escribiré mi más grande sinfonía sobre esta obra."
Cumplió ambos objetivos. Después de un considerable esfuerzo persuadió a la Smithson para que aceptara conocerle y, por último, para que se casara con él. Entonces empezó a darse cuenta de que uno no puede casarse con un sueño. Harriet no era Julieta y Berlioz estuvo durante años abrumado por una esposa exigente y egocéntrica que constantemente le avergonzaba.
Berlioz pensó en una sinfonía basada en Romeo y Julieta durante años. El sabía que sería una tarea de gran envergadura. Finalmente logró encontrar el tiempo necesario para componerla en 1839, gracias a una gran suma de dinero que él pensó que provenía del virtuoso Niccoló Paganini, el que se había sentido profundamente impresionado con la música de Berlioz (el dinero, en realidad, provino, de un modo secreto, del amigo del compositor, Armand Bertin). Después de realizar tres presentaciones, Berlioz decidió revisar la obra. Estuvo lista para la publicación en 1847, veinte años después de que viera la obra de teatro de Shakespeare por primera vez.
Berlioz llamó a Romeo y Julieta una "sinfonía dramática"; este subtítulo es una buena pista para detectar la naturaleza real de la obra. Como tiene voces, de alguna manera sigue la Novena Sinfonía de Beethoven, la que Berlioz admiraba. Las partes corales están más integradas con toda la pieza que en la obra de Beethoven, porque la obra es específicamente dramática: se basa en una obra de teatro, no en un poema. Pero no es simplemente un arreglo de la obra de teatro. La música no acompaña al drama como sí lo hace en la ópera o en la incidental. De hecho, cuando Berlioz tuvo la oportunidad de usar parte de esta música en una producción de la tragedia de Shakespeare, la idea le pareció ridícula. Romeo y Julieta es una sinfonía de programa, que sigue la tradición de la Symphonie Fantastique del propio Berlioz. Como la Fantastique, la sinfonía Romeo y Julieta cuenta una historia dentro de la música. Un oyente que no conozca la obra de Shakespeare no podría conocer el argumento solamente con oír la sinfonía. Sin embargo, quien conozca a Shakespeare puede oír temas de la obra teatral que la música refleja y comenta.
El concepto subyacente de Romeo y Julieta no tenía precedentes. No es ni una ópera ni un oratorio sino una verdadera sinfonía. Es una fusión, no un híbrido de los elementos líricos y dramáticos. Representa un nuevo género, que por último condujo a los dramas musicales de Wagner (Wagner viajó a París para escuchar Romeo y Julieta y se sintió profundamente impresionado), en los que una trama instrumental continua encierra y desarrolla el drama.
La obra de Berlioz es sin duda una sinfonía. Tras el prólogo coral ampliado hay tres movimientos orquestales que corresponden al primer movimiento, al movimiento lento y al scherzo de una sinfonía convencional. La pieza cierra con un gran final coral.
La primera parte resume el drama que sobrevendrá e introduce los temas principales. Empieza con un prólogo en fuga, seguido por un recitado bajo de parte de los instrumentos de viento. Luego un solo de contralto y un coro reducido explican el tema del drama que sigue a continuación: la arraigada enemistad entre dos familias y el amor desgraciado de dos de sus hijos. La contralto luego canta sobre el amor, después de lo cual la reina Mab es presentada en un pequeño scherzo. Al final del movimiento, el coro predice la trágica muerte de Romeo y Julieta y la reconciliación final de las dos familias.
La segunda parte es un verdadero movimiento sinfónico, que se completa con la introducción lenta y el allegro elaborado. Describe los estados de ánimo opuestos de Romeo de tristeza y regocijo mientras está en el concierto y en el baile. El tema de Romeo, introducido al comienzo, es sometido a varias transformaciones a medida que el protagonista se mueve, como en un sueño, a través del desánimo, la felicidad y la euforia de la multitud. Particularmente interesante es la presentación simultánea del tema lento de Romeo y de la música estrepitosa de la multitud. Como lo explica el biógrafo de Berlioz, Jacques Barzun: "Los ritmos de la parranda se mezclan, chocan, se hacen pedazos y resurgen, cesando sólo cerca del final, para permitir que se escuche un fragmento del tema del oboe en el cierre palpitante."
La tercera parte, el adagio, expresa el amor trágico y apasionado en el núcleo de la pieza. La escena es la noche solitaria en el jardín de los Capuleto después del baile. Berlioz sentía que él podía dar una expresión más completa y verdadera del amor mediante el mundo abstracto del sonido instrumental que lo que podía esperar lograr con las palabras. "El idioma instrumental es un lenguaje más rico, más variado y menos limitado y, por su aliteralidad, infinitamente más poderoso." Una vez, él le comentó a Mendelssohn su idea de hacer un scherzo de la reina Mab y después se preocupó de que pudiera componerlo su amigo, ya que ese tipo de música etérea es típica de los scherzos de Mendelssohn. Pero el compositor alemán dejó en manos del francés la composición de una imagen musical de la reina de las hadas. El delicado scherzo raramente se eleva por encima del nivel de piano y, sin embargo, está brillante e imaginativamente orquestado.
La quinta parte describe el funeral de Julieta, Romeo en la tumba de los Capuleto, el despertar de Julieta, la frenética alegría y desesperación de los amantes, sus últimas palabras, su agonía y muerte, el alboroto entre los Capuleto y los Montesco, el recitado y el aria de fray Laurence y finalmente la reconciliación de las familias enemigas. La música del funeral de Julieta es interpretada por la orquesta mientras el coro entona un canto fúnebre sobre una nota única. A mitad de camino, los papeles se invierten: la orquesta toma el monótono mientras los Capuleto cantan el canto fúnebre. Después de que los amantes mueren, las dos familias remidan su rencilla en el cementerio, pero se adelanta el fraile y, cantando primero al coro de los Capuleto y luego al de los Montesco, los persuade de que la muerte de los amantes enseña cuál es el resultado de la enemistad. Las dos familias finalmente aceptan reconciliarse.
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