Martes, 23 de Abril de 2024

Clásica y Ópera | Compositores

Richard Wagner

Richard Wagner

La vida de Wagner, escrita miles de veces, está llena del más alto dramatismo y es una de las más ricas en acontecimientos de la historia de la música. El compositor, nacido en Leipzig el 22 de mayo de 1813, vaciló en su juventud entre la literatura y la música. La obra de su vida habría de representar una unión de ambas artes, posiblemente la unión de música y palabra más perfecta que se conoce. Su inclinación hacia la música no despertó hasta conocer las obras de Weber y Beethoven. Tras de una vida laxa e invertida en el juego y las mujeres, se casó y viajó a París y luego a Dresde, donde su obra fue reconocida.








Sus primeras inspiraciones las debió al cuentista Gozzi (Die Feen), así como a Shakespeare (Das Liebesverbot). Su carrera de director de orquesta, que apenas comenzaba, lo llevó a Magdeburgo, Kónigsberg y Riga. De allí escapó, abrumado por las deudas y consciente de la estrechez del ambiente artístico, hacia Occidente; se coló de polizón con su perro y su esposa Minna Planer, una notable actriz, en un velero que atravesó el Báltico, fue empujado por una tormenta hasta la costa de Noruega y terminó por anclar en Inglaterra. Durante este agitado viaje, Wagner leyó la versión que había escrito Heine sobre la leyenda del holandés errante.

Después de una breve estancia en Inglaterra, pasó a Francia, conoció al entonces famoso compositor Giacomo Meyerbeer y se instaló en París, donde comenzó para él una época difícil y amarga. Tuvo que hacer trabajos musicales de baja categoría y no encontró un verdadero acceso a los círculos artísticos de la ciudad. Debió de considerar un éxito que la Ópera le comprara un proyecto operístico sobre el motivo del holandés errante; pero a la institución no le interesaba la música de Wagner. De modo que lo que se estrenó fue una ópera de un compositor francés hoy completamente olvidado.

Gracias a la influencia de Meyerbeer, a Wagner se le abrió la posibilidad de representar en Alemania su ópera Rienzi (basada en la novela de Bulwer Lytton), que acababa de terminar. Su éxito, saboreado en Dresde el 20 de octubre de 1842, dio un nuevo giro a la vida de Wagner.

Después del estreno de El holandés errante (que tuvo menos éxito), lo nombraron director de orquesta de la Ópera de la corte de Dresde; ello quiere decir que, por primera vez en la vida, alcanzó un puesto notable en uno de los teatros más importantes de Alemania. Sin embargo, su desasosiego interior no le permitió, a pesar de los ruegos de su esposa, disfrutar de la nueva situación. El holandés errante llevó al rebelde Wagner, a quien todo conducía por el nuevo camino del drama musical, cada vez más lejos de Rienzi, que pertenecía al tipo de la grande opera de Meyerbeer y que por eso fue entendida con mayor facilidad y recibida con aplausos por el público.

Después de estrenar Tannhauser en 1845 y de comenzar a ocuparse de Lohengrin, entró en contacto, a causa de sus ideas políticas, con el círculo anarquista de Bakunin; la revolución de 1848, que estalló en casi toda Europa, lo obligó a escapar de nuevo. Fue a Weimar y se presentó a Franz Liszt, el faro dispensador de esperanza de todos los compositores, y obtuvo de él un pasaporte falso, que le permitió escapar de la policía que lo perseguía, así como dinero para llegar a Suiza. Llegó allí el 28 de mayo de 1849 y se instaló en Zúrich, en un exilio que habría de durar ocho años. Al principio se ocupaba de redactar trabajos en prosa, pero poco después comenzó a escribir El anillo del Nibelungo, que surgió en orden inverso: al drama La muerte de Sigfrido, hoy El ocaso de los dioses, le antepuso El joven Sigfrido, hoy llamado sólo Sigfrido; luego compuso La valquiria como historia previa, y más tarde proyectó El oro del Rin a guisa de prólogo de los acontecimientos universales de que trataba la obra. Leyó este impresionante esbozo poético a un selecto círculo de amigos de Zúrich y pasó, alentado por la recepción favorable, a la composición, que se produjo según el orden final de la tetralogía y que llegó hasta la mitad de Sigfrido.

Entre tanto, Wagner y su esposa habían sido invitados por el rico comerciante Otto Wesendonk y su joven esposa Mathilde a mudarse a una de sus mansiones, situada en un hermoso lugar. El amor incipiente de Wagner por Mathilde determinó que interrumpiera la composición de El anillo del Nibelungo y se ocupara intensamente de Tristán e Isolda. Entonces, a causa de una carta interceptada, se produjo la ruptura: Minna armó un escándalo y Wagner tuvo que escapar otra vez. En Venecia trabajó en el acto segundo del Tristán, obra que terminaría en Lucerna en 1859.

Comienza así la peor época de Wagner, en la que a veces llega a la desesperanza total. Los teatros que le brindan la posibilidad de representar ese formidable drama de amor, renuncian a la representación en cuanto comprenden las tremendas e insospechadas dificultades que presenta la ópera.

De todas sus restantes obras, sólo sobrevive Lohengrin, que Liszt había estrenado en Weimar el 28 de agosto de 1850, y que desde entonces se había difundido tanto que Wagner podía afirmar irónicamente que era el único alemán que no la había visto. Pues a su regreso a Alemania se opone siempre la ominosa orden de busca y captura que la policía de Dresde había puesto en circulación.

Cuando se concedió la amnistía, más de doce años después, y Wagner pisó otra vez suelo alemán con un pesado baúl, en el que había pocos efectos personales pero también las extensas partituras de El oro del Rin, La valquiria y Tristón, se sintió muy extraño, muy desconocido, muy desesperanzado. Pero, como siempre, cuando su vida parecía haber llegado al final, despuntaba una nueva e insospechada esperanza, ya se llamara Meyerbeer, Liszt o Wesendonk.

Esta vez se presentó en forma de un verdadero milagro llamado Luis II de Baviera. A la puerta del hotel de Stuttgart en que se hospedaba Wagner no llamó el esperado conserje con la cuenta sin pagar, sino un elegante aristócrata que entregó al «maestro» un anillo y la invitación de un soberano, el rey de Baviera, de 18 años, que le pedía se trasladase rápidamente a Munich para pasar allí el resto de su vida, olvidando todas las preocupaciones y dispuesto a todas las realizaciones artísticas.

Al día siguiente, el 4 de mayo de 1864, los dos hombres se encontraron por primera vez en la Residencia de Munich. Las aventuras de Wagner no habían terminado todavía: su temperamento era aún demasiado impulsivo, su carácter demasiado polifacético, pero todas las aventuras futuras estarían bajo la protección efectiva de Luis II, sin la cual habría sido impensable el repentino triunfo de Wagner (el más grande que haya conseguido un músico).

El 10 de junio de 1865, el Hoftheater de Munich estrena Tristón e Isolda, uno de los acontecimientos más importantes de la historia de la música. El pueblo de Baviera comienza a murmurar, el amigo «extranjero» del rey (Wagner es sajón) es demasiado caro, demasiado absorbente, demasiado influyente. El gabinete de gobierno se hace cargo de las quejas; después de una lucha violenta y dolorosa, Luis tiene que ceder y Wagner marcha otra vez al exilio.

Se establece en Tribschen, a orillas del lago de Vierwaldstatt, en Suiza, donde el rey pone a su disposición una magnífica residencia y lo visita frecuentemente de incógnito. Allí escribió Wagner Los maestros cantores de Núremberg, que se estrenó en Munich el 21 de junio de 1868 con un éxito clamoroso. En Tribschen, después de la muerte de Minna en la lejanía y en la soledad, Cosima se une definitivamente a Wagner; la hija de Liszt ha dejado a su esposo Hans von Bülow, el director del estreno de Tristán e Isolda, y consagra su vida a Wagner, para quien llega a tener una altísima significación.

En esos años ha madurado lentamente el proyecto más importante de Wagner: construir un teatro exclusivamente dedicado a la representación de sus obras. Encuentra un lugar que le parece apropiado en la ciudad de Bayreuth, en Franconia. Puesto que su petición de que haya una «colecta nacional» apenas encuentra eco, es Luis II quien una vez más pone el dinero que falta. El teatro se levanta sobre la «Colina Verde»; a él se añade la magnífica mansión «Wahnfried»; se concluye El anillo del Nibelungo, la obra musical más extensa compuesta por un maestro, y se prevé la inauguración de Bayreuth para el verano de 1876. Está a punto de producirse un acontecimiento extraordinario, nunca visto; emperadores y reyes, príncipes y políticos, artistas y sabios de muchos países anuncian su llegada. Luis II, tímido y solitario, asiste a los últimos ensayos y se va. Wagner vive el triunfo de su vida: el 13 de agosto de 1876 se representa El oro del Rin; el 14 La Valquiria; el 16 Sigfrido; el 17 El ocaso de los dioses.

Sólo entonces sale a la luz pública el gran déficit que han producido las representaciones y que hace imposible la realización de otros. De hecho, transcurren seis años antes de que Wagner pueda volver a emplazar a nadie a la «Colina Verde». Ha terminado Parsifal, una «celebración sagrada» que quiso que fuera representada exclusivamente en su teatro. Allí se estrenó el 26 de julio de 1882. Wagner, enfermo desde hacía tiempo, empuña una vez más la batuta, en la decimosexta y última representación de aquel verano, y dirige la orquesta (en Bayreuth está oculta al público) durante una larga parte del acto tercero. Pocas semanas después parte con su familia a Italia, donde pasa los inviernos desde que ha envejecido.

El 13 de febrero de 1883 muere en Venecia, en los brazos de Cosima. El traslado de sus restos fue comparable a la procesión fúnebre de un gran soberano. Luis II sobrevivió a su venerado amigo. Murió en circunstancias nunca esclarecidas en las aguas del lago Starnberg, junto con su médico de cabecera. Lo habían derrocado hacía mucho tiempo por haber derrochado el erario público en los hoy famosísimos castillos reales y en Wagner; lo habían declarado incapaz, demente; finalmente, lo habían desterrado al castillo de Berg y retenido allí hasta el final; a este idealista coronado le deben gratitud todos los «wagnerianos»; y respeto absoluto, incluso afecto, todos los amigos de la música.

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Más Notas
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Piazzolla más clásico que nunca
La tragedia de Georges Bizet
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Breves

  • HECTOR BERLIOZ

    Fue un creador cuyo obstáculo fue la intransigencia de la mayoría de los músicos en casi todos los temas, desde su apoyo al uso del saxofón o a la nueva visión dramática de Wagner. Su vida fue excéntrica y apasionada. Ganó el Premio de Roma, el más importante de Francia en aquel momento, por una cantata hoy casi olvidada. Su obra musical es antecesora de estilos confirmados posteriormente.

  • El aprendiz de brujo de Paul Dukas se basa en una balada de Goethe. Es un scherzo sinfónico que describe fielmente cada frase del texto original.

  • La primera ópera de la que se conserva la partitura es Orfeo de Claudio Monteverdi. Se estrenó en Mantua en 1607, con motivo de la celebración de un cumpleaños, el de Francesco Gonzaga.

  • La obra que Stravinski compuso desde la época del Octeto de 1923 y hasta la ópera The Rakes Progress de 1951, suele considerarse neoclasicista.

  • En la Edad Media encontramos la viela de arco, de fondo plano y con dos a seis cuerdas, que se perfeccionó en la renacentista, hasta llegar a su transformación en el violín moderno a partir del siglo XVI, cuando se estableció una tradición de excelentes fabricantes (violeros) en la ciudad de Cremona.


Citas

  • DANIEL BARENBOIM

    "Un director no tiene contacto físico con la música que producen sus instrumentistas y a lo sumo puede corregir el fraseo o el ritmo de la partitura pero su gesto no existe si no encuentra una orquesta que sea receptora"

  • GEORGE GERSHWIN

    "Daría todo lo que tengo por un poco del genio que Schubert necesitó para componer su Ave María"

  • GUSTAV MAHLER

    "Cuando la obra resulta un éxito, cuando se ha solucionado un problema, olvidamos las dificultades y las perturbaciones y nos sentimos ricamente recompensados"

  • FRANZ SCHUBERT

    "Cuando uno se inspira en algo bueno, la música nace con fluidez, las melodías brotan; realmente esto es una gran satisfacción"

  • BEDRICH SMETANA

    "Con la ayuda y la gracia de Dios, seré un Mozart en la composición y un Liszt en la técnica"

MULTIMEDIA

  • Carmen

    Georges Bizet

  • Cuarteto para cuerdas en re menor

    Franz Schubert

  • Nein! langer trag' ich nicht die Qualen

    René Kollo (Max)

  • Sonata para violín fa mayor

    Félix Mendhelsson

  • Una furtiva lagrima

    Roberto Alagna (Nemorino)

  • El elixir del amor

    Gaetano Donizetti

  • La mamma morta

    Monserrat Caballé (Maddalena)

  • Suite Gayanéh

    Gopak

Intérpretes

Poetas

Homero Expósito

Homero Expósito

El más original, el más importante y el más representativo de los poetas del tango, a partir de la brillante generación del cuarenta. Orientó Homero Expósito su inventiva literaria consagrada a la canción popular, en la confluencia de dos actitudes poéticas temperamentalmente opuestas, pero igualmente admirables: el romanticismo nostálgico y evocativo de Homero Manzi, y el grotesco dramatismo sarcástico de Enrique Santos Discépolo. De tan sutil combinación estilística y temática sin proponérselo, logró Expósito definir una novedosa y originalísima modalidad de interpretación para la letra del tango.

Músicos

Néstor Marconi

Néstor Marconi

Bandoneonista, arreglador y compositor. Representante genuino de la horneada de grandes músicos de los años 70, Néstor Marconi es reconocido por su alarde técnico en la ejecución del bandoneón. Su digitación, velocidad y sincronización, son virtudes aceptadas hasta por sus críticos, que a tanto virtuosismo le contraponen una ausencia de sentimientos, una suerte de frialdad emocional. Es además, un notable orquestador. Actualmente, además de su actividad solista integra el Nuevo Quinteto Real del maestro Horacio Salgán y es uno de los directores de la Orquesta de Música Argentina "Juan de Dios Filiberto".

Voces

Ángel Vargas

Ángel Vargas

Posiblemente, junto a Francisco Fiorentino, fue el modelo del "cantor de la orquesta". Tanto es así que hablar de Ángel Vargas nos remite indefectiblemente a Ángel D'Agostino, el director de la orquesta de sus grandes éxitos. Cantor de una personalidad impresionante, es el símbolo del fraseo porteño de los años cuarenta. Vargas canta como únicamente se cantó en el cuarenta. Su fraseo era reo y compadrito pero al mismo tiempo, de un infinito buen gusto. Tenía una dulzura que disimulaba su voz pequeña pero varonil, transmitía simpatía y era sobretodo, un cantor carismático. Fue sin duda uno de los más grandes artistas de nuestro tango.

Junín, 13/06/2016

Presentaron “Tango en Junín”

Los amantes del tango podrán disfrutar de diversas actividades durante cinco días en Junín. El intendente la Ciudad, Pablo Petrecca, presentó oficialmente “Tango en Junín”, un importante ciclo cultural que se desarrollará entre el 13 y el 17 de julio próximos e incluirá la realización de la preliminar del Festival y Mundial de Tango BA 2016.

Mar del Plata, 30/05/2016

Amelita Baltar en el Teatro Colón

El sábado 11 de Junio a las 21 hs se presentará en el Teatro Municipal Colón la gran cantante Amelita Baltar, acompañada por la Orquesta Municipal de Tango que dirige el Maestro Julio Davila y el pianista Aldo Saralegui como invitado especial. Luego de su presentación en Mar del Plata, la cantante estrenará un nuevo espectáculo: "Noches de Kabaret" en el Teatro Maipo de Buenos Aires.

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